sábado, 11 de julio de 2015

El Cardenal Sarah sobre la liturgia



Según lo consignamos en su momento, el Cardenal guineano Robert Sarah es desde el pasado 24 de noviembre Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos.  Conforme lo reveló el mismo Cardenal Sarah en un reciente mensaje al congreso litúrgico Sacra Liturgia Conference, realizado en los EE.UU. en junio de este año, el Santo Padreal asumir el Cardenal sus tareas a cargo de la Congregación, le manifestó su voluntad de que Su Eminencia "continúe la buena obra en la liturgia iniciada por el Papa Benedicto XVI". 

Es en el espíritu de esa misión encomendada al nuevo Prefecto que debe leerse el brillante artículo de autoría del Cardenal Sarah que a continuación les ofrecemos, publicado recientemente en L'Osservatore Romano. En él, el Cardenal esboza lo que define la Liturgia en un profundo sentido teológico, al tiempo que advierte sobre algunos malentendidos - en especial la interpretación del concepto de la participatio actuosa de los fieles en la Constitución Conciliar Sacrosantum Concilium, al que dedicáramos una entrada - y abusos en materia litúrgica, proponiendo algunas soluciones para reconducir la liturgia a su verdadera esencia.



 
Silenciosa acción del corazón
Para leer y aplicar la constitución del Vaticano II sobre la Liturgia

Cardenal Robert Sarah

¿Se leerá después de cincuenta años después de su promulgación por el Papa Pablo VI la constitución del concilio Vaticano II sobre la sagrada liturgia? La Sacrosantum concilium no es en realidad un simple catálogo de “recetas” de reforma, sino una verdadera y propia Magna charta de toda acción litúrgica. El Concilio Ecuménico nos da en ella una lección magistral sobre el método. En efecto, lejos de contentarse con una aproximación disciplinaria y exterior a la liturgia, el concilio quiere hacernos ver lo que está en su esencia. La práctica de la Iglesia proviene siempre de aquello que ella recibe y contempla en la revelación. La pastoral no se puede desconectar de la doctrina [Nota de la Redacción: punto sobre el cual ya se había manifestado el Cardenal Sarah en un reciente libro-entrevista, según lo consignamos en una entrada]. En la Iglesia “lo que proviene de la acción está ordenado a la contemplación” (cfr. N.° 2). La constitución conciliar nos invita a redescubrir el origen trinitario de la acción litúrgica. En efecto, el concilio establece una continuidad entre la misión de Cristo Redentor y la misión litúrgica de la Iglesia. “Como Cristo fue enviado del Padre, del mismo modo envió Él a los apóstoles”, de modo tal que “mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gravita toda la vida litúrgica”, se realice “la obra de salvación”. (N.° 6) Actualizar la Liturgia no es otra cosa que actualizar la obra de Cristo. La liturgia es en su esencia actio Christi: “la obra de la redención humana y la perfecta glorificación de Dios” (N.° 5). Es Él el gran sacerdote, el verdadero sujeto, el verdadero actor de la Liturgia (cfr. N.° 7). Si este principio vital no encuentra acogida en la Fe, se corre el riesgo de hacer de la Liturgia una obra humana, una celebración que la comunidad hace de sí misma.


Por el contrario, la obra propia de la Iglesia consiste en entrar en la acción de Cristo, en hacerse parte en aquella acción respecto de  la cual Él ha recibido la misión del Padre. En razón de ello “nos fue dada la plenitud del culto divino”, pues “su humanidad, en la unidad de la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación” (N.° 5). La Iglesia, cuerpo de Cristo, debe convertirse a su vez en instrumento de las manos del Verbo. Éste es el significado último del concepto clave de la Constitución conciliar: la participatio actuosa. Dicha participación consiste para la Iglesia en convertirse en instrumento de Cristo-sacerdote, para participar de su misión trinitaria. La Iglesia participa activamente en la obra litúrgica de Cristo en la medida en que es instrumento. En este sentido, hablar de “comunidad celebrante” no carece de ambigüedad y su uso requiere de verdadera cautela (cfr. Instrucción Redemptoris sacramentum, N.° 42). La participatio actuosa no debería ser comprendida nunca como la necesidad de hacer algo. En este punto la enseñanza del Concilio  ha sido deformada con frecuencia. Se trata, por el contrario, de permitir que Cristo nos tome y nos haga partícipes de su sacrificio. La participatio litúrgica debe en razón de ello ser entendida como una gracia de Cristo, quien “asocia siempre consigo a la Iglesia” (Sacrosantum concilium, N.° 7). Es Él quien debe tener la iniciativa y la primacía. La Iglesia invoca “como su Señor y por medio de Él rinde culto al Padre eterno” (N.° 7). El sacerdote debe por tanto convertirse en este instrumento que deja traslucir a Cristo. Como ha recordado recientemente nuestro Papa Francisco, el celebrante no es el presentador de un espectáculo, no debe buscar la simpatía de la asamblea poniéndose frente a ella como su interlocutor principal. Entrar en el espíritu del Concilio significa por el contrario cancelarse a sí mismo, renunciar a ser el punto focal. De modo contrario a lo que se ha sostenido a veces, es plenamente conforme con la constitución conciliar y, además, oportuno, que durante el rito penitencial, el canto del Gloria, las oraciones y la plegaria eucarística todos, sacerdote y fieles, se vuelvan juntos hacia el Oriente, para expresar su voluntad de participar de la obra de culto y redentora llevada a cabo por Cristo. Este modo de proceder podría oportunamente ser introducido en las catedrales, donde la vida litúrgica debe ser ejemplar (cfr. N.° 41).


Bien entendido, hay algunas partes de la Misa en las cuales el sacerdote, actuando in persona Christi Capitis, entra en diálogo nupcial con la asamblea. Mas este “cara a cara” no tiene otro fin más que conducir a un tête-à-tête con Dios, que por medio de la gracia del Espíritu Santo, se convertirá en un diálogo de corazón a corazón. El concilio propone así otros medios para favorecer la participación: “las aclamaciones de los fieles, las respuestas, el canto de los salmos, las antífonas, los cantos, además de las acciones, los gestos y la actitud corporales” (N.° 30). Una lectura demasiado apresurada y, sobre todo, demasiado humana, ha conducido a concluir que era necesario hacer que los fieles estuvieran constantemente ocupados. La mentalidad occidental contemporánea, modelada por la técnica y fascinada por los medios de comunicación, ha querido hacer de la Liturgia una obra de pedagogía eficaz y rentable. En este espíritu, se ha buscado hacer que  las celebraciones sean algo distendido. Los actores litúrgicos, animados por motivaciones pastorales, intentan en ocasiones hacer una obra didáctica introduciendo en las celebraciones elementos profanos y propios del espectáculo. ¿No florecen acaso testimonios, puestas en escena y aplausos? Se cree así favorecer la participación de los fieles cuando de hecho se reduce la Liturgia a un juego humano. “Es cierto que el silencio no es una virtud, ni el ruido un pecado”, dice Thomas Merton, “pero el tumulto, la confusión y el ruido constantes de la sociedad moderna o en ciertas liturgias eucarísticas africanas son expresión de la atmósfera de sus pecados más graves, de su impiedad, de su desesperación. Un mundo de propaganda,  de argumentaciones infinitas, de invectivas, de críticas, o simplemente de cháchara, es un mundo en que la vida no vale la pena de ser vivida. La Misa se convierte en un alboroto confuso; las oraciones en un ruido exterior o interior” (Thomas Merton, Le signe de Jonas, Ed. Albin Michel, París, 1955, p. 322). 

 R.P. Thomas Merton, O.C.S.O.

Se corre el riesgo real de no dejar ningún lugar a Dios en las nuestras celebraciones. Incurrimos en la tentación de los hebreos en el desierto. Ellos intentaron crearse un culto a su medida y a su altura, y no olvidemos que acabaron postrados frente al ídolo del becerro de oro.

Es momento de escuchar al Concilio. La Liturgia es “principalmente culto de la majestad divina” (N.° 33) Tiene valor pedagógico en la medida en que esté completamente ordenado a la glorificación de Dios y al culto divino. La Liturgia nos pone realmente en la presencia de la trascendencia divina. Participación verdadera significa renovar en nosotros aquel “estupor” que San Juan Pablo II tenía en gran consideración (cfr. Ecclesia de Eucharistia, N.° 6). Este estupor sacro, este temor dichoso, requiere de nuestro silencio frente a la majestad divina. Se olvida a menudo que el silencio sacro es uno de los medios indicados por el Concilio para favorecer la participación. Si la Liturgia es obra de Cristo, ¿es necesario que el celebrante introduzca agregados propios? Se debe recordar que, cuando el Misal autoriza una intervención, ésta no debe tornarse en un discurso profano y humano, un comentario más o menos sutil sobre la actualidad, o un saludo mundano a las personas presentes, sino una sutil invitación a entrar en el Misterio (cfr. Instrucción General del Misal Romano, N.° 50). En cuanto a la homilía, ella misma es un acto litúrgico, que tiene sus propias reglas. La participatio actuosa en la obra de Cristo presupone que se abandone el mundo profano para entrar en la “acción sagrada por excelencia” (Sacrosantum concilium, N.° 7). De hecho, “nosotros pretendemos, con una cierta arrogancia, permanecer en lo humano para entrar en lo divino” (Robert Sarah, Dieu ou rien, p. 178). En este sentido, es deplorable que el sagrario en nuestras iglesias no sea un lugar estrictamente reservado al culto divino, que se entre en él con vestiduras profanas, que el espacio sagrado no sea claramente delimitado por la arquitectura. Como enseña el Concilio, Cristo está presente en su Palabra cuando ésta es proclamada, por lo que es igualmente dañino que los lectores no tengan una vestimenta apropiada que muestre que no pronuncian palabras humanas, sino una Palabra divina.

 Presbiterio tradicional

La Liturgia es una realidad fundamentalmente mística y contemplativa, y consiguientemente está fuera del alcance de nuestra acción humana; también la participatio es una gracia de Dios. Por lo tanto, presupone de nuestra parte nuestra apertura al misterio celebrado. De este modo, la Constitución dispone la comprensión plena de los ritos (cfr. N.° 34) y, al mismo tiempo, prescribe “que los fieles sepan recitar y cantar juntos, también en latín, las partes del ordinario de la Misa que les corresponde” (N.° 54). En efecto, la comprensión de los ritos no es obra de la razón humana entregada a sí misma, la cual, para ello, tendría que comprenderlo todo, entenderlo todo, dominarlo todo. La comprensión de los ritos sacros es aquella del sensus fidei, que ejercita la Fe viviente a través del símbolo y que conoce por sintonía más que por concepto. Esta comprensión presupone que nos acerquemos al Misterio con humildad. ¿Existirá el coraje de seguir al Concilio hasta este punto? Una lectura similar, iluminada por la Fe, es sin embargo fundamental para la Evangelización. En efecto, “a aquellos que están fuera, ella [la Liturgia] les muestra la Iglesia, como estandarte alzado frente a las naciones, bajo el cual los hijos de Dios que estén dispersos puedan congregarse” (N.° 2). La Liturgia debe dejar de ser un lugar de desobediencia a las prescripciones de la Iglesia. Más específicamente, no puede ser un lugar de laceraciones  infligidas por unos cristianos a otros. Las lecturas dialécticas de la Sacrosantum concilium, las hermenéuticas de la ruptura en un sentido u otro, no son el fruto de un espíritu de Fe. El Concilio no ha querido romper con las formas litúrgicas heredadas de la Tradición,  sino que, por el contrario, ha querido profundizarlas. La Constitución establece que “las nuevas formas  se desarrollen, por decirlo así, orgánicamente a partir de aquellas ya existentes” (N.° 23). En tal sentido, es necesario que cuantos celebran según el Usus antiquior lo hagan sin espíritu de oposición, sino en el espíritu de la Sacrosantum concilium. Del mismo modo, sería errado considerar la Forma Extraordinaria del Rito Romano como derivada de una teología diversa que no sea aquella de la Liturgia reformada. Sería también deseable que se insertase como apéndice de una próxima edición del Misal el rito penitencial y el ofertorio del Usus antiquior, a fin de subrayar que las dos formas se iluminan mutuamente, en continuidad y sin oposición.

Si vivimos en este espíritu, la Liturgia dejará de ser el lugar de las rivalidades y de la crítica, para hacernos participar finalmente de un modo activo de aquella Liturgia “que se celebra en la ciudad santa de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, donde Cristo está sentado […] como ministro del santuario” (N.° 8).

 La Nueva Jerusalén y el Río de la Vida,  
del Beato de don Fernando I y Doña Sancha (1047)

Nota de la Redacción: El texto arriba transcrito fue publicado en la edición del 12 de junio de 2015 de L'Osservatore Romano, p. 6. La traducción desde el italiano es de la Redacción, así como los destacados. El artículo original puede leerse aquí.

Actualización [3 y 6 de junio de 2016]: En una visita a España realizada a fines del mes de mayo pasado, el cardenal Sarah se ha referido a la importancia de que los sacerdotes celebren vueltos hacia el oriente y hacia Dios. Recordó que la Misa de cara al pueblo no fue una obligación impuesta por la reforma posconciliar, sino una posibilidad más dada a los sacerdotes. Lo importante es que éstos y la feligresía estén orientados en una misma dirección durante la celebración de la Misa, que por lo que ella representa debe ser Cristo sobre el altar. Puede verse aquí y aquí lo dicho por el cardenal Sarah en Ávila, España. El sitio Religion en libertad ha subido también el video íntegro del coloquio con sacerdotes que el Cardenal Sarah tuvo después de su conferencia en Ávila, el que recomendamos vívamente a nuestros lectores

Actualización [30 de junio de 2016]: El cardenal Sarah ha efectuado unas interesantes declaraciones sobre la importancia de la liturgia, porque es en ella donde se juega el destino de la fe. Véase el artículo publicado en La Nuova Bussola Quotidina por Luisella Scrosatti (en italiano). 

Actualización [7 de julio de 2016]: Durante la inauguración del Congreso Sacra Liturgia UK que comenzó el pasado martes 5 en Londres, y consecuente con declaraciones anteriores que hemos reproducido, el Cardenal Sarah pronunció una interesante conferencia donde llamó a los sacerdotes a celebrar vueltos hacia el Señor desde el próximo I Domingo de Adviento. También pidió a los fieles que adopten como práctica la de arrodillarse a la consagración y a recibir así la sagrada Comunión. En la ocasión, además, el Prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos desveló que el papa Francisco le ha pedido estudiar una "reforma de la reforma" para "enriquecer las dos formas, ordinaria y extraordinaria, del rito romano". Se trata de un proyecto que se remonta al pontificado de Benedicto XVI, con la intención de mejorar la continuidad litúrgica en la oración de la Iglesia tal como se ha transmitido antes y después del Concilio Vaticano II, en especial intentando llevar a su  pleno cumplimiento la constitución conciliar Sacrosanctum Concilium. Como inmediata muestra de obediencia, S.E.R Dominique Rey, obispo de Fréjus-Toulon (Francia) y presente en el acto, señaló que adoptaría esa orientación en su catedral y escribiría una carta a sus sacerdotes instándolos a redescubrir la tradicional orientación de la liturgia católica. El reporte de la conferencia puede leerse aquí y aquí (en español) y aquí (en inglés). El congreso Sacra Liturgia tiene una página de Facebook con información sobre su desarrollo. Otro reportaje de la conferencia del cardenal Sarah puede leerse en Religión en libertad, y aquí puede verse una galería fotográfica de su intervención. 

Actualización [20 de julio de 2016]: El sitio Catholicvs ofrece una hermosa galería fotográfica de la Santa Misa Pontifical (Novus Ordo) oficiada ad Orientem el pasado miércoles 6 de julio por el Cardenal Robert Sarah en el Oratorio Brompton de Londres (Reino Unido), en el marco del Congreso Sacra Liturgia 2016, donde el día anterior había instado a todos los sacerdotes a celebrar la Santa Misa vueltos hacia el Señor a partir del primer Domingo de Adviento de este año.

Actualización [1° de agosto de 2016]: El sitio Sacra Liturgia ha publicado tanto en inglés como en francés la versión escrita y oficial de la conferencia dada por el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, donde se refirió a la importancia de interpretar de manera auténtica la Constitución Sacrosanctum Concilium. En ella, el cardenal ha subrayado que “no retiraba nada” de cuanto había dicho (véase aquí la noticia en español). Algunos sacerdotes, animados por la llamada del prefecto vaticano con competencia sobre la liturgia, ya han comenzando a celebrar la Santa Misa según la forma ordinaria vueltos hacia el Oriente. El sitio New Liturgical Movement trae un ejemplo de una celebración Novus Ordo orientada ocurrida en Croacia. 

Actualización [22 de septiembre de 2016]: El sitio El búho escrutador ha publicado una interesante entrada respecto de la orientación del sacerdote cuando celebra la Santa Misa. En ella explica cómo la más larga y bella tradición patrística avala plenamente la exhortación del Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, dirigida a los sacerdotes de todo el mundo para que celebren la Santa Misa ad orientem.

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