miércoles, 20 de septiembre de 2017

FIUV Position Paper 12: La enseñanza del latín en los seminarios

En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966. 

En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 12 y que versa sobre la enseñanza del latín en los seminarios, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de octubre de 2012 y revisado en 2017. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede. 


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La enseñanza del latín en los seminarios

Resumen

En un ensayo anterior [FIUV PP 7] hemos abordado el tema del latín como lengua litúrgica. En el presente ensayo tratamos el latín como la lengua común de la Iglesia. En el Concilio Vaticano II, y luego después como consecuencia de ello, se subrayó la importancia del latín como parte de la educación en los seminarios, pero no sólo por su importancia litúrgica, sino por su importancia, más en general, como forma de hacer posible la comunicación entre las generaciones (entre las antiguas y las actuales, y entre éstas y las futuras) y entre las naciones, en cuanto lingua franca que puede ser aprendida por todos. La pérdida de tal lengua ha sido tema de preocupación para una larga serie de Papas, y hay muchos documentos, incluido el Código de Derecho Canónico, que enfatizan la importancia del latín. Es de la máxima importancia, pues, que se restaure el latín en la enseñanza de los seminarios y de las escuelas católicas.  

Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.

 Reja del presbiterio de la Basílica del Santuario de la Inmaculada Concepción en Washington D.C. (EE.UU.)

Texto

1. El latín es importante para la Iglesia no sólo como lengua litúrgica [1] sino también como la lengua de la administración, del debate y de la difusión de las ideas, especialmente en los documentos magisteriales, además de ser la lengua de innumerables obras clásicas de teología, historia y otras disciplinas, desde los Padres y los escolásticos hasta bien entrada la época moderna. El uso del latín, en la práctica, como lengua de comunicación en la Iglesia, depende de que sea enseñado en los seminarios (como también en las escuelas católicas), y el Magisterio a menudo se ha referido a su lugar en la educación que se da en ellos. Sobre esta cuestión, tanto la preocupación como la intuición de quienes están ligados a la forma extraordinaria del rito romano pueden aplicarse a la Iglesia en su totalidad. Los sacerdotes que no han aprendido latín encuentran difícil, si no imposible, hacer uso de las normas del motu proprio Summorum Pontificum [2]. Con todo, los argumentos de este ensayo se basarán en consideraciones de mayor amplitud.

 (Foto: O Clarim)

Lo que dice el Magisterio sobre el latín.

2. El Código de Derecho Canónico de 1983 reforzó la exigencia del Código de 1917 [3] al declarar: “El programa de formación sacerdotal ha de proveer que a los estudiantes se les enseñe cuidadosamente no sólo su lengua madre sino también que puedan comprender bien el latín [4]”. El término “comprender” [“understand” en la traducción inglesa] subraya la fuerza del latín “calleant [5]: el Derecho Canónico exige habilidad en el uso del latín, no mera comprensión de él, puesto que el latín es un medio de comunicación dialógico.

3. El canon 249 es un reflejo del decreto sobre formación sacerdotal Optatam totius del Concilio Vaticano II, que dispone, respecto de los seminaristas: “Además, han de adquirir un conocimiento del latín que los capacite para comprender y usar las fuentes de tantas ciencias y de los documentos de la Iglesia. El estudio de la lengua litúrgica propia de cada rito debe considerarse necesario, y un conocimiento adecuado de las lenguas de la Biblia y de la Tradición ha de ser vigorosamente alentado” [6].

En lo que se refiere al ámbito litúrgico, la Constitución sobre la sagrada liturgia Sacrosanctum Concilium, al mismo tiempo que insiste en que “el uso del latín ha de preservarse en los ritos latinos” [7], supone también que los clérigos normalmente recitarán el Oficio en latín [8].

4. Estos documentos prolongan la enseñanza y la práctica anteriores. Entre ellos hay notables documentos del siglo XX, que incluyen la Carta Apostólica de Pío XI sobre la enseñanza en los seminarios Officiorum omnium (1922) [9], la Carta de la Congregación para los Seminarios Latinam excolere linguam (1957) [10], la Constitución Apostólica Veterum sapientia de San Juan XXIII (1962) [11], y las Ordinationes que la aplican (Sacrum latinae linguae depositum, 1962) [12], la Carta Apostólica de Pablo VI sobre los seminarios Summi Dei Verbum (1963) [13] y su Instrucción que aplica Sacrosanctum Concilium a los religiosos In edicendis (1965), y el motu proprio de Pablo VI Studia latinitatis (1964). Inmediatamente después del Concilio Pablo VI ordenó de nuevo que se conservara el latín, particularmente en el Oficio, en su Carta Apostólica Sacrificium laudis (1966) [14], y la Congregación para la Educación Católica subrayó la importancia del latín en Ratio fundamentalis (1970) sobre educación en los seminarios [15]. En 1976 Pablo VI creó la “Fundación Latinitas” para promover el latín [16]. San Juan Pablo II puso énfasis en la importancia del latín en su Carta Apostólica Dominicae Cenae (1980) [17], y el mismo año la edición revisada del documento de la Congregación para la Educación Ratio fundamentalis hizo lo mismo [18]. Posteriormente esta misma Congregación publicó una Instrucción sobre el estudio de los Padres, que subrayó la necesidad de fomentar el estudio del latín y del griego en los seminarios, de modo que los seminaristas pudieran leer los textos patrísticos en su original (Inspectis dierum, 1989) [19].

5. En 2007 Benedicto XVI se refirió de nuevo al tema de la formación en los seminarios en su Exhortación Post-Sinodal Sacramentum Caritatis, en la que escribe: “Pido que los futuros sacerdotes, desde su época en el seminario, reciban la necesaria preparación para entender y celebrar la Misa en latín, y también para que usen los textos latinos y canten el gregoriano. Y no debemos olvidar que a los fieles se les puede enseñar a recitar las oraciones más comunes en latín, y también a cantar en gregoriano algunas partes de la liturgia” [20].

En 2012 Benedicto XVI publicó el motu proprio Lingua Latina, reemplazando la “Fundación Latinitas” por la “Pontificia Academia Latinitatis”, con el encargo ampliado de promover esta lengua, incluso en los seminarios. Bajo el Papa Francisco se promulgó una nueva Ratio fundamentalis, haciendo notar que: Al igual que el hebreo bíblico y el griego, los seminaristas deben ser introducidos al latín desde el principio de su curso de formación, por cuanto provee un acceso a las fuentes del Magisterio y de la Historia de la Iglesia [21].


6. En resumen, no se puede decir que el Concilio constituyó un cambio en la enseñanza de la Iglesia en estas materias, ni tampoco pidió un cambio en la práctica. Las razones dadas en los documentos acerca de la importancia del latín son de varios tipos mutuamente relacionados.

7. La primera de esas razones se refiere al lugar del latín en la liturgia. Esto fue enfatizado por Benedicto XVI en Sacramentum Caritatis, como citamos anteriormente. Aquí basta decir [22] que es imposible para los sacerdotes obedecer el mandato de Sacrosanctum Concilium –“ha de preservarse el uso del latín en los ritos latinos”- sin tener una comprensión básica, al menos, de esta lengua.

8. En segundo lugar, la lengua latina tiene un lugar fundamental en la cultura católica, que está íntimamente relacionada con la espiritualidad. No se puede traducir ni reemplazar por equivalentes vernáculos ni la poesía latina, ni los himnos ni el canto gregoriano, ni los textos que han inspirado las composiciones musicales en cada período de la música cristiana: las obras de arte originales sólo podrían, en el mejor de los casos, reemplazarse por traducciones que fueran, ellas mismas, nuevas obras de arte. Los cantos gregorianos en latín, tanto en su poesía como en su música, son, según ha dicho Pablo VI, “una fuente copiosa de cultura cristiana y una rica veta de devoción”. El mismo urge a los superiores religiosos a que ponderen aquello a que quieren renunciar, y que no dejen secarse ese manantial del cual, hasta ahora, ellos mismos han bebido abundantemente [23].

9. En tercer lugar, el patrimonio de teología, filosofía, derecho canónico e historia de la Iglesia latina se ha preservado, en su mayor parte, en latín. La versión en latín de los documentos del Magisterio es casi siempre la ejemplar: una traducción, por hábil que sea, no puede jamás captar los matices del original, y no siempre se dispone de traducciones [24]. Lo mismo ocurre con la mayor parte de las obras de la tradición teológica [25]. El latín siempre ha sido considerado como esencial para la preservación de la precisión y continuidad de la doctrina, punto que fue subrayado en Veterum Sapientia. Se ha enfatizado la importancia del latín para los estudios académicos en Officiorum omnium [26], Optatam totius [27], Veterum sapientia [28], Inspectis dierum [29] y Lingua latina [30].

10. En cuarto lugar, el latín tiene un papel como lengua de la Iglesia: una lengua para el intercambio y desarrollo de las ideas y, como lo dice San Juan Pablo II, es “un instrumento de mutua fraternidad” [31]. Se destaca la importancia administrativa del latín en Officiorum omnium [32], Veterum sapientia, Optatam totius y Lingua Latina. Este último documento subraya la idea: “La lengua latina ha sido siempre muy estimada por la Iglesia católica y los Romanos Pontífices, que la han considerado como propia” [33].

 (Imagen: Messa in latino)


El latín como lengua de la Iglesia.

11. La importancia del latín como lengua común de la Iglesia es algo que vale la pena desarrollar algo más. Durante el Concilio Vaticano II, los participantes y sus asesores pudieron pronunciar y entender sus discursos e intervenciones y considerar las múltiples versiones de los documentos propuestos en una única lengua, el latín [34]. En este sentido, resulta interesante el resultado de investigaciones que han mostrado que el pensamiento acucioso es favorecido con el uso de una lengua no materna [35]. Hoy sería imposible una discusión entre los obispos del mundo en esta forma, lo cual plantea la pregunta de si la Iglesia podría nuevamente convocar a un concilio ecuménico, si se presentara la necesidad.

12. Las organizaciones que usan muchos idiomas, como las Naciones Unidas y la Unión Europea, enfrentan graves dificultades a pesar de los recursos con que cuentan. No se puede redactar un documento en varias lenguas y aseverar que todas las versiones tienen exactamente idéntico significado. Si, por el contrario, el resultado de una deliberación llevada a cabo en muchas lenguas conduce a un documento oficial en una sola lengua, ocurre que los que la hablan adquieren una enorme e injusta ventaja. No puede sorprender, entonces, que la diplomacia internacional tienda fuertemente a una lingua franca (ya sea latín, francés o inglés), una lengua en que todas las personas educadas puedan expresarse inteligentemente y con comprensión mutua, y entender el significado de los cambios propuestos, por mínimos que sean.

13. La necesidad de precisión en la discusión y expresión de los documentos es de una importancia muchísimo mayor en la Iglesia que en la diplomacia secular, y es de la mayor importancia el que los obispos reunidos en un sínodo o en un concilio ecuménico puedan contribuir a las discusiones y entenderlas. La ausencia del latín hoy día, incluso en los niveles más altos del clero, ha contribuido a la tendencia a usar alguna lengua vernácula que convenga, en un encuentro determinado o para la preparación de un documento específico. Esto presenta problemas, porque pone en desventaja –para no decir nada de excluir- a quienes tienen menos familiaridad con la lengua usada [36], y crea un abismo lingüístico entre las discusiones y los documentos oficiales en latín que derivan de ellas. Es potencialmente desastrosa la situación en que una importante proposición en latín no es, en verdad, discutida por aquellos en cuyo nombre se va a promulgar el respectivo documento, ya que lo que se discutió fue una formulación verbal en otra lengua que, a juicio del traductor, es equivalente.

14. No hay alternativa práctica alguna, con raras excepciones, a la promulgación de los documentos magisteriales en latín [37], ya que deben poder referirse a las formulaciones de documentos en latín anteriores y desarrollarlos sin solución de continuidad, evitando traducirlos de modo tendencioso o incomprensible a causa de los típicos y rápidos cambios que experimentan las lenguas vernáculas.

15. Hoy la Iglesia es una colectividad sin una lengua común. En lugar de ella, cuenta con una cantidad de lenguas que se traslapan, y que se comunican entre sí mediante traductores de capacidades variables, muchos de los cuales trabajan para los medios de comunicación o en Internet. Decae a paso firme la facilidad de comunicación en la Iglesia, tanto entre las naciones como entre las generaciones. Esto tiene lugar por el reemplazo de una generación más antigua, que se benefició con una educación latina, por una más joven que no tuvo ese beneficio. No sorprende, pues, que el Derecho canónico y el Magisterio papal hayan sido tan enfáticos acerca de la importancia del latín. Es de la máxima urgencia que se restaure el latín a su anterior lugar de honor en los seminarios y también en las escuelas católicas.

 Pieter Brueghel El Viejo, La torre de Babel (1553, Kunsthistorisches Museum, Viena)
(Imagen: Wikmedia Commons)

Apéndice: algunas consideraciones de orden práctico.

A. Situación del latín en las escuelas católicas y en los seminarios.

Sobre la base de una investigación informal desarrollada por esta Federación, es posible decir que, en general, la enseñanza del latín, tanto en la Iglesia como en los establecimientos educacionales seculares, se ha convertido en algo propio de algunas instituciones de élite. Los mejores seminarios, especialmente en Roma, todavía mantienen ciertos estándares de latín, pero, en el extremo opuesto, hay muchos seminarios en todo el mundo que no enseñan latín en absoluto. Hay otros, quizá una mayoría, que mantienen un bajo nivel de latín, encaminado a dar a los estudiantes la capacidad de pronunciarlo correctamente y a habilitarlos para captar correctamente el vocabulario y la gramática básicos. Lo común es que se lo enseñe en un solo año, y no de modo intensivo. Este nivel de latín es casi inútil: debido a que no se lo usa para los estudios académicos, lo más probable es que se lo descuide una vez terminado el curso y se lo olvide prontamente. La Conferencia Episcopal de los Estados Unidos ha recibido, de la Congregación para la Educación Católica, permiso para omitir el latín del programa, tomando como pretexto el deseo de usar el tiempo para otras materias, que incluyen la lengua castellana. Parecen aquí a propósito las palabras de San Juan XXIII: “Si las circunstancias de tiempo y lugar exigieran la adición de otros cursos al programa de estudios, además de los usuales, deberá o bien extenderse la duración de los estudios o bien condensarse estos otros cursos o relegárselos para otra ocasión” [38].

La situación de las escuelas católicas en todo el mundo es todavía peor: incluso las mejores escuelas conservan el latín sólo como optativo, y las exigencias para aprobar muchos exámenes son incomparablemente más bajas que hace 50 años atrás. Esto hace que, para los seminarios, el trabajo sea un desafío mucho mayor, aun en países que tienen una buena red de escuelas católicas. 

 Seminarista estudiando

B. Cómo puede enseñarse el latín.

En Sacrificium laudis Pablo VI escribió, dirigiéndose a los superiores religiosos: “Por cierto, la lengua latina presenta algunas dificultades, y quizá aun considerables, para los nuevos postulantes a vuestras filas. Pero tales dificultades, como sabéis, no debieran tomarse como insuperables” [39].

Ciertamente, la enseñanza del latín a los seminaristas presenta hoy mayores dificultades que en tiempos pasados. Se puede extraer útiles consideraciones de la experiencia de enseñar lenguas antiguas a los adultos a nivel universitario, porque tales lenguas, cuando se las requiere para aprobar un curso, rara vez pueden darse por conocidas por quienes se gradúan de la enseñanza media. Aunque no es el ideal, una combinación de cursos intensivos de verano como preparación para los cursos en cuestión, y una tutoría intensiva al comienzo de un curso, puede hacer posible usar la lengua antigua durante el curso mismo. Esto produce el resultado de que la lengua queda grabada en la memoria de los estudiantes y puede mejorársela gradualmente. Para mencionar un ejemplo concreto, los estudiantes de teología de la Universidad de Oxford, que posiblemente tienen pocas aptitudes para el griego del Nuevo Testamento, considerado más difícil que el latín, son entrenados intensamente en los dos primeros períodos de sus estudios, sin excluir otras materias, y rinden a continuación un examen. Este examen plantea a los candidatos una sección que exige traducción del inglés al griego, pero facilita la aprobación del examen, incluso a los alumnos que no tienen aptitudes lingüísticas, al incorporar una traducción del griego al inglés tomada del Evangelio de San Marcos, cuyo griego es relativamente simple. Si se adopta un modelo como éste para el latín en el seminario, aprovechando quizá el año propedéutico que los seminaristas deben cumplir, la enseñanza del latín después de los dos primeros semestres de estudios tomaría menos horas del programa, y podría apoyarse sobre una base firme. Está de más decir que no hace falta enseñar latín clásico en los seminarios, sino sólo el latín de la liturgia y de los Padres latinos, con su gramática más libre y su vocabulario mucho más limitado. También se podría destinar algunos recursos para que los estudiantes tuvieran una base antes de llegar al seminario.


C. El latín y el laicado.

Vale la pena tener en cuenta que jamás la Iglesia ha pretendido que el latín fuera una lengua exclusiva de los clérigos, ni ha sido tal el caso a lo largo de la historia. También a los laicos se los anima a aprender latín, punto importante que debieran considerar todas las escuelas y universidades católicas. Leemos al respecto en Officiorum omnium, de Pío XI: “Pero si en todo laico imbuido de literatura, ignorar el latín, que podemos llamar con razón la lengua 'católica', revela un cierto relajo en su amor por la Iglesia, cuánto más apropiado es que todos y cada uno de los clérigos practique y hable fluidamente dicha lengua” [40].

San Juan Pablo II no fue menos enfático cincuenta y seis años después: “Nos volvemos, pues, en primer lugar a los jóvenes, quienes en los tiempos que corren, cuando, como sabemos, las letras latinas y los estudios de humanidades sufren de postración en muchas partes, debieran recibir con entusiasmo este patrimonio –para usar este término- latino que la Iglesia considera como de gran valor, y trabajar activamente para que dé frutos. Que ellos se den cuenta de que la siguiente cita de Cicerón (Brutus, 37, 140) puede, en cierto modo, serles aplicada a ellos mismos: 'No es tanto una cuestión de ser distinguidos por saber latín, como de ser desgraciados por ignorarlo'. Os exhorto a todos los aquí presentes y a los colegas que os ayudan a continuar este noble trabajo y a elevar la condición del latín, que es también –aunque en una medida menor de lo que fue alguna vez- una especie de vínculo entre personas de diversa lengua. Sabed que el sucesor de San Pedro en el supremo magisterio ora para que lo que habéis comenzado produzca felices frutos, que él está junto a vosotros y que os apoya” [41].    

 Busto de Marco Tulio Cicerón
(Foto: Descubre Nombres)



[1] Véase Federación Internacional Una Voce, Positio Paper 7: El latín como lengua litúrgica [véase aquí].

[2] Carta a los obispos que acompaña al motu proprio Summorum Pontificum (2007): “El uso del antiguo misal supone un cierto grado de formación litúrgica y algún conocimiento de la lengua latina, cosas que no se encuentra muy a menudo”. En términos de la ley de la Iglesia, la cuestión de los requisitos que deben reunir los sacerdotes que desean decir la forma extraordinaria fue aclarada en la Instrucción Universae Ecclesiae (2011), núm. 20, b): “En cuanto al uso del latín, se requiere un conocimiento básico, que permita al sacerdote pronunciar las palabras correctamente [mejor, todavía: “darles adecuada expresión”] y comprender su significado” (“ad usum Latini sermonis quod attinet, necesse est ut sacerdos celebraturus scientia polleat ad verba recta proferenda eorumque intelligendam significationem”).

[3] Código de Derecho Canónico (1917), canon 1364, § 2: “Los seminaristas aprenderán lenguas con precisión, especialmente el latín y su lengua materna” (“Linguas praesertim latinam et patriam alumni accurate addiscant”).

[4] Código de Derecho Canónico (1983), canon 249: “Institutiones sacerdotalis ratione proveantur ut alumni non tantum accurate lenguam patriam edoceantur, sed etiam linguam latinam bene calleant”.

[5] El Oxford Latin Dictionary (Oxford, Oxford University Press, 2nd. edition, 2012) define callere como “tener experiencia, ser hábil o experimentado en algo”.

[6] Concilio Vaticano II, Decreto sobre los seminarios Optatam totius (1965), núm. 13: […] ac praeterea eam linguae latinae cognitionem acquirant, qua tot scientiarum fontes et Ecclesiae documenta intelligere atque adhibere possint” [nota al pie] Studium linguae liturgicae ritui propriae necessarium habeatur, cognitio vero congrua linguarum Sacrae Scripturae et Traditionis valde foveatur”. La nota al pie se refiere a la Carta Apostólica de Pablo VI Summi Dei Verbum (1963), núm. 1 (véase infra, nota 13).

[7] Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium (1963), núm. 36, §1: “Linguae latinae usus, salvo particulare iure, in Ritibus latinis servetur”. Cfr. núm. 54 de la misma constitución: “Sin embargo, deberán tomarse medidas para que los fieles también puedan recitar o cantar juntos en latín aquellas partes del Ordinario de la Misa que les corresponden” (“Provideatur tamen ut christifideles etiam lingua latina partes Ordinarii Missae quae ad ipsos spectant simul dicere vel cantare”).

[8] Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, núm. 101, § 1: “De acuerdo con la tradición centenaria del rito latino, se conservará el latín por los clérigos en el oficio divino” (“Iuxta saecularem traditionem ritus latini, in Officio divino lingua latina clericis servanda est”). Se reiteró esto en la Instrucción In edicendis (1965), núm. 1, que se extiende en la enumeración de los casos en que se puede otorgar concesiones, incluidos los países de misión.

[9] Pío XI, Carta apostólica Officiorum omnium (1922), Actae Apostolicae Sedis 14 (1922) pp. 349-358: “Por tanto –y tal como está garantizado por el Derecho Canónico (Codex Iuris Canonici, can. 1364)- deseamos que, en las escuelas de literatura donde las expectativas de las sagradas órdenes alcanzan su madurez, se instruya a los alumnos muy cuidadosamente en la lengua latina. Lo deseamos también para que, en caso de que posteriormente aborden las disciplinas más avanzadas que, ciertamente, deben ser enseñadas y aprendidas en latín, no ocurra que, por ignorancia de esta lengua, se vean impedidos de lograr una comprensión cabal de las doctrinas, o de ejercitarse en aquellas disciplinas escolásticas mediante las cuales los jóvenes talentosos se especializan para la defensa de la verdad”.   

[10] Congregación para los seminarios, Carta Latinam excolere linguam (1957), Actae Apostolicae Sedis 50 (1958), pp. 292-906.

[11] Juan XXIII, Constitución Apostólica Veterum sapientia (1962), núm. 11, § 4: “Donde quiera que el estudio del latín se ha eclipsado parcialmente por la asimilación del programa académico al existente en las escuelas públicas estatales, con el resultado de que la instrucción que se da ya no es tan profunda y bien fundada como antiguamente, restáurese completamente el método tradicional de enseñanza del latín. Tal es nuestra voluntad, y no debiera albergarse por nadie duda alguna sobre la necesidad de vigilar estrictamente el curso de los estudios que siguen los estudiantes eclesiásticos, y no sólo en cuanto al número y calidad de los temas que estudian sino también al lapso dedicado a la enseñanza de estas materias” (“Sicubi autem, ob assimilatam studiorum rationem in publicis civitatis scholis obtinentem, de linguae Latinae cultu aliquatenus detractum sit, cum germanae firmaeque doctrinae detrimento, ibi traslaticium huius linguae tradendae ordinem redintegrari omnimo censemus; cum persuasum cuique esse debeat, hac etiam in re, sacrorum alumnorum institutionis rationem religiose esse tuendam, non tantum ad disciplinarum numerum et genera, sed etiam ad earum docendarum temporis spatia quod attinet”).

[12] Congregación para los seminarios, Sacrum latinae linguae depositum (1962), Acta Apostolicae Sedis 54, pp. 339-368. Este documento analiza con gran detalle el contenido de los programas de los seminarios.

[13] Pablo VI, Carta Apostólica Summi Dei Verbum (1963): “La formación cultural del joven sacerdote debe ciertamente incluir un conocimiento adecuado de idiomas y especialmente del latín (en particular aquellos sacerdotes del rito latino)” (“In studiorum denique supellectile, que adulescens clerus ornari oportet, sane ponenda est non exigua variarum linguarum scientia, in primisque Latine, si maxime de sacedotibus agatur Latini ritus”).

[14] Pablo VI, Carta Apostólica Sacrificium laudis (1966): “Sin embargo, las cosas que hemos mencionado [es decir, las solicitudes de permiso para recitar el oficio en vernáculo] siguen teniendo lugar aunque el Concilio Ecuménico Vaticano II, tras las debidas deliberaciones, ha expuesto solemnemente cuál es su pensamiento (Sacrosanctum Concilium, núm. 101, § 1), y luego de la publicación de claras normas en las Instrucciones subsiguientes.  En la primera Instrucción (ad exsecutionem Constitutionis de sacra Liturgia recte ordinandam), publicada el 26 de septiembre de 1964, se decretó lo que sigue: 'En la celebración del oficio divino en coro, los clérigos están obligados a conservar la lengua latina' (núm. 85). En la segunda Instrucción (de lingua in celebrandis Officio divino et Missa “conventuali” aut “communitatis” apud Religiosos adhibenda), publicada el 23 de noviembre de 1965, se reiteró esa norma, y se tuvo al mismo tiempo debida consideración del provecho espiritual de los fieles y de las condiciones especiales que prevalecen en los territorios de misión. Por lo tanto, hasta que no se dicte otra norma, estas normas están en vigor y exigen aquella obediencia en que los religiosos deben ser ejemplares, como queridos hijos de la santa Iglesia” (“Sed ea, quae supra diximus, fieri contingunt, postquam Concilium Oecumenicum Vaticanum Secundum meditate ac sollemniter hac de re sua edixit sententiam [cf. Const. de sacra Lit. Sacrosanctum Concilium,n. 101.1] et Instructionibus eam subsecutis certae editae sunt normae; in quarum Instructione altera, ad exsecutionem Constitutionis de sacra Liturgia recte ordinandam die XXVI mensis septembris anno MCMLXIV emissa, haec sunt decreta: “In divino Officio in choro persolvendo clerici linguam latinam servare tenetur” [n. 85]; altera vero, quae de lingua in celebrandis Officio divino et Missa “conventuali” aut “communitatis” apud Religiosos adhidenda inscribitur ac die XXIII mensis novembris anno MCMLXV fuit divulgata, praeceptum illud confirmatur simulque ratio ducitur spiritualis fidelium emolumenti et peculiarium condicionum, quae in regionibus obtinent missionali opere excolendis. Donec ergo aliter legitime statuatur, hae leges vigent et optemperantiam exspostulant, qua religiosos sodales, filios Ecclesiae carissimos, apprime commendari oportet”).

[15] Congregación para la Educación Católica, Instrucción Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis (1970), núm. 66: “Al terminarse estos estudios, cualquier deficiencia en el conocimiento que se exige a un sacerdote debe ser remediada ya sea antes o durante el estudio de la filosofía, como indica el núm. 60. Un ejemplo de deficiencia podría referirse a un manejo razonable del latín, que la Iglesia continua e insistentemente exige. Una lista y un programa de estos estudios debiera incluirse en el Esquema para la Formación Sacerdotal”.

[16] Pablo VI, Quirógrafo Romani sermones (1976). El objetivo de la Fundación es promover el uso y el estudio del latín.

[17] Juan Pablo II, Carta Apostólica  Dominicae Cenae (1980), núm. 10: “La Iglesia romana tiene una especial obligación referente al latín, la espléndida lengua de la antigua Roma, y la hace manifiesta cada vez que se presenta la ocasión” (“Ecclesia quidem Romana erga linguam latinam, praestantissimum sermonem Urbis Romae antiquae, peculiari obligatione devincitur eamque commonstret opportet, quotiescumque offertur occasio”).

[18] Congregación para la Educación Católica, Instrucción Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis (1980): “el Concilio está lejos de haber proscrito el uso de la lengua latina. De hecho, hizo lo contrario. Así pues, la exclusión sistemática del latín es un abuso que debe ser tan condenado como el deseo sistemático de algunos de usarlo con exclusividad. Su súbita y total desaparición no dejará de tener graves consecuencias pastorales”.

[19] Congregación para la Educación Católica, Instrucción Inspectis dierum (1989), núm. 66: “Pero es claro que se necesita instrumentos y recursos adecuados para emprender los estudios patrísticos. Entre ellos están las bibliotecas bien provistas en patrística ('corpora' o colecciones, monografías, comentarios o periódicos, diccionarios). Es claro que, del mismo modo, se necesitan las lenguas clásicas y modernas. Sin embargo, puesto que las escuelas actuales son claramente deficitarias en los estudios humanísticos, deberemos, hasta donde sea posible, fortalecer aún más el estudio del latín y del griego en nuestros institutos de formación sacerdotal” (“Perspicuum est autem ad studia patrística apte peragenda necessaria esse instrumenta et subsidia congruentia –ut biblioteca rite instructa quoad patristicam (corpora seu collectiones, monographiae, commentarii seu ephemerides, lexica), atque linguas classicas et hodiernas necessarias quoque esse. Sed cum in excolendis studiis humanisticis scholae nostri temporis aperte deficiant, opus erit –quod id fieri possit- ut in nostris Institutis formationis sacerdotalis studia linguae Graecae et Latinae amplius corroborantur”).

[20] Benedicto XVI, Exhortación post-sinodal Sacramentum caritatis (2007), núm. 62: “In universum petimus ut futuri sacerdotes, inde a Seminarii tempore, ad Sanctam Missam Latine intelligendam et celebrandam nec non ad Latinos textus usurpandos et cantum Gregorianum adhibendum instituantur: neque neglegatur copia ipsis fidelibus facienda ut notiores in lingua Latina preces ac pariter quorundam partium in cantu Gregoriano cantus cognoscant”.

[21] Congregación para el Clero: El don de la vocación sacerdotal: Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis (2016), 183.

[22] Véase también Federación Internacional Una Voce, Positio Paper 7: El latín como lengua litúrgica [véase aquí].

[23] Pablo VI, Sacrificium laudis: “cum sit in Ecclesia latina christiani cultus humani fons uberrimus et locupletissimus pietatis thesaurus”, y “[r]ogamus igitur omnes, ad quos pertinent, ut ponderent, quae dimittere velint, neque fontem sinant inarescere, unde ad praesens usque tempus ubertim hauserint”.

[24] Es importante hacer notar que, de los documentos citados en esta Positio, los siguientes no tienen traducción ni al inglés ni al francés ni al alemán en el sitio web del Vaticano: Officiorum omnium, de Pío XII; Veterum sapientia, de San Juan XXIII; Sacrum Latinae linguae depositum, de la Congregación para los Seminarios; Instrucción In edicendis de la Sagrada Congregación de los Ritos; Sacrificium laudis, de Pablo VI; Ratio fundamentalis, de la Congregación para la Educación Católica (tanto en su versión de 1970 como en la de 1980), e Inspectis dierum (de estos textos, sólo Veterum sapientia tiene traducción al castellano, y sólo Sacrificium laudis al italiano). En otros lugares hay algunas traducciones no oficiales al vernáculo de algunos de éstos, pero no de todos.

[25] Incluso una obra tan importante e influyente como Theologia moralis de San Alfonso María de Ligorio no tiene traducción al inglés. Los estudiantes que no saben latín tienen acceso a una versión muy abreviada, y quedan sometidos a las discutibles opiniones de los traductores.

[26] Pío X, Officiorum omnium: “[Si se enseñara cuidadosamente el latín] no ocurrirá más lo que tanto lamentamos: nuestros clérigos y sacerdotes que, por el descuido con que se presenta los extensos volúmenes de los Padres y Doctores de la Iglesia donde se explica los dogmas de la Fe, se los presenta muy lúcidamente y se los defiende irrebatiblemente, no han puesto suficiente empeño en el estudio de la literatura latina, buscan por sí mismos el adecuado apoyo doctrinal en autores más recientes, entre los cuales falta, por lo general, no sólo una forma de expresarse clara y un buen método de exposición, sino también una interpretación fidedigna de los dogmas”.   

[27] Juan XXIII, Veterum sapientia, núm. 11, § 2: “En el ejercicio de su paternal cura [los obispos] deberán prestar atención a que nadie, sometido a su jurisdicción, por hambre de cambios revolucionarios escriba contra el uso del latín en la enseñanza, al más alto nivel, de las sagradas disciplinas o de la liturgia, o por prejuicios haga irrisoria la voluntad de la Santa Sede en este sentido, o la interprete falsamente” (“Paterna iidem sollicitutine caveant, ne qui e sua adicione, novarum rerum studiosi, contra linguam Latinam sive in altioribus sacris disciplinis tradendis sive in sacris habendis ritibus usurpandam scribant, neve praeiudicata opinione Apostolicae Sedis voluntantem hac in re extenuent vel perperam interpretentur”).

[28] Concilio Vaticano II, Optatam totius, núm. 13, citado en el párrafo 3 del texto.

[29] Congregación para la Educación Católica, Inspectis dierum, núm. 53: “El estudio de la Patrología y de la Patrística, que en sus inicios consiste en destacar los [temas], exige que se use manuales y otros recursos bibliográficos. Cuando se topa con cuestiones difíciles y complejas de la teología patrística, sin embargo, no basta ninguno de estos apoyos: se tiene que ir directamente a los textos mismos de los Padres. Para ello conviene que la Patrística sea enseñada y aprendida –especialmente en las academias y en los programas de estudio especializados- mediante la remisión, tanto del profesor como de los alumnos, a las fuentes primarias mismas”.

[30] Benedicto XVI, Lingua latina, núm. 2: “También en nuestros días es vital, como lo enseña el Concilio Vaticano II, el conocimiento del latín y de la cultura latina a fin de explorar en las fuentes de las que manan, en general, tantas ramas de las ciencias, como la Teología, los estudios litúrgicos, la Patrística y el Derecho canónico (véase el Decreto sobre la educación de los sacerdotes, Optatam totius, núm. 13) [“Nostris quoque temporibus Latinae linguae et cultus cognitio perquam est necessaria ad fontes vestigandos ex quibus complures disciplinae ceteroqui hauriunt, exempli gratia Theologia, Liturgia, Patrologia et Ius Canonicum, quemadmodum Concilium Oecumenicum Vaticanum II docet (cfr. Decretum de Institutione sacerdotali, Optatam totius, 13)”].

[31] Juan XXIII, Alocución a los ganadores del 12° Concurso Vaticano, 22 de noviembre de 1958: “[…] en este aspecto dais una ayuda de gran valor a la Iglesia romana, que ha preservado la dignidad del lenguaje del Lacio, ya que siempre lo ha considerado un vínculo de unidad, un signo visible de estabilidad y un instrumento de mutua amistad”) (“id facientes, Romanae Ecclesiae magni pretii auxilium confertis, quae Latii sermonis dignitatem servavit, quippe quod unitatis vinculum, stabilitatis aspectabile signum, mutuae necessitudinis instrumentum semper existimaret”).

[32] Pío XI, Officiorum omnium: “Puesto que el latín es tal lengua, fue designio divino que resultara ser algo tan maravillosamente útil para la Iglesia como maestra, y que también sirviera como el gran vínculo de unión para los fieles más ilustrados de Cristo, es decir, dándoles un medio por el cual, estando separados o reunidos en un solo lugar, pudieran comparar sus respectivos pensamientos y las intuiciones de su espíritu, como también –lo cual es todavía más importante- un medio para que pudieran comprender más profundamente las cosas de la Santa Madre Iglesia y se unieran más estrechamente a la cabeza de Ella”.

[33] Benedicto XVI, Lingua latina, núm. 1: “Latina Lingua permagni ab Ecclesia Catholica Romanisque Pontificibus usque est aestimata, quandoquidem ipsorum propria habita est lingua”.

[34] Las ventajas del latín como lengua común no se limitan a los clérigos ni a los católicos. El apologista anglicano C. S. Lewis mantuvo con un sacerdote italiano, Giovanni Calabria, una correspondencia en latín desde 1948 hasta 1961, y después de la muerte de éste, con miembros de su congregación, siendo el latín la única lengua que tenían en común. Véase The Latin Letter of C.S. Lewis: C.S Lewis & Don Giovanni Calabria, editado y traducido por Martin Moynihan (South Bend, Indiana, S. Augustine’s Press, 1998).

[35]  Keysar, B./Hayakawa, S. L./An, S. A., “The Foreign Language Effect: Thinking in a Foreign Tongue Reduces Decision Biases’, Psychological Science 23 (2012) (pp. 661-668), p. 666: El efecto de la lengua extranjera en la toma de decisiones es determinado con mucha probabilidad por múltiples factores que aumentan la distancia psicológica y promueven la deliberación’.

[36] Juan XXIII, Veterum Sapientia, núm. 3: “Por su naturaleza misma el latín es aptísimo para promover toda forma de cultura entre diversos pueblos, porque no da lugar a celos, no favorece a grupo alguno, sino que se presenta con igual imparcialidad, bondad y amistad para todos” (“Suae enim sponte naturae lingua Latina ad provehendum apud populos quoslibet omnem humanitatis cultum est peraccommodata: cum invidiam non commoveat, singulis gentibus se aequabilem praestet, nullius partibus faveat, omnibus postremo sit grata et amica”).

[37] Esto es algo que Lingua latina, núm. 2, reafirma: “Además, a fin de manifestar la naturaleza universal de la Iglesia, los textos litúrgicos del rito romano presentan su forma paradigmática en latín, como lo hacen también los principales documentos del Magisterio y los actos solemnes y oficiales de los Romanos Pontífices” (“In hac praeterea lingua, ut universalis Ecclesiae natura pateat, typica forma sunt scripti liturgici libri Romani Ritus, praestantiora Magisterii pontificii Documenta necnon sollemniora Romanorum Pontificum officialia Acta”).

[38] Juan XXIII, Veterum sapientia, núm. 11, § 4: “Quodsi, vel temporum vel locorum postulante cursu, ex necessitate aliae sint ad comunes adiciendae disciplinae, tunc ea de causa aut studiorum ad aliud reiciatur tempus”.

[39] Pablo VI, Sacrificum laudis: “Procul dubio lingua latina sacrae militiae vestrae tironibus aliquam et fortasse haud tenuem difficultatem opponit. Haec autem, quemadmodum novistis, talis non est habenda, ut vinci et superari non possit”.

[40] Quod si in quopiam homine laico, qui quidem sit tinctus litteris, latinae linguae, quam dicere catholicam vere possumus, ignoratio quemdam amoris erga Ecclesiam languorem indicat, quanto magis omnes clericos, quotquot sunt, decet eiusdem linguae satis gnaros esse atque peritos!".

[41] Juan Pablo II, Discurso a la Fundación Latinitas, de 27 de noviembre de 1978, Acta Apostolicae Sedis vol. 74 (1979), pp. 44-46: “Ad iuvenes ergo imprimis convertimur, qui hac aetate, qua litterae Latinae et humanitatis studia multis locis, ut notum est, jacent, hoc veluti Latinitatis patrimonium, quod Ecclesia magni aestimat, alacres accipiant opportet et actuosi frugiferum reddant. Noverint ii hoc Ciceronis effatum (Brutus 37, 140) ad se quodam modo referri “Non… tam praeclarum est scire Latine, quem turpe nescire”. Omnes autem vos qui hic adestis, et socios qui vobis opitulantur, adhortamur ut pergatis [sic] nobilem laborem et attollatis faciem Latinitatis quae est etiam, licet arctioribus quam antea finibus circumscriptum, vinculum quoddam inter homines sermone diversos. Scitote beati Petri in summo ministerio Successorem incepti vestri felices exitus precari, vobis adesse, vos confirmare”.

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