martes, 5 de septiembre de 2017

Los jóvenes buscan la Misa tradicional

¿Cuántas veces hemos tenido que escuchar a clérigos o liturgistas nostálgicos de aquella "Primavera conciliar" que nunca llegó decir que la Misa tradicional es meramente algo para personas mayores que añoran la Misa que conocieron antes? Este prejuicio es fácilmente contrastable con aquel fenómeno que es observable en las comunidades formadas en torno a la Misa de Siempre en todas partes del mundo: Son numerosos los jóvenes que con fascinación descubren la liturgia perenne de la Iglesia, una Tradición que nunca conocieron con anterioridad y que les fue arrebatada incluso antes de que nacieran. Pese a ello, son capaces de apreciar cómo la liturgia preconciliar, a diferencia de la liturgia reformada (al menos en el modo en que ésta suele celebrarse), está plena de misterio, de un sentido de lo sagrado y de fervoroso recogimiento. En muchos casos, ese encuentro no se queda sólo allí ni se reduce a la asistencia regular a la Misa del Usus antiquior; los institutos tradicionales exhiben por regla general un número de vocaciones jóvenes superior al del clero diocesano o al de las órdenes antiguas, como ocurre por ejemplo en el dramático caso de Francia, donde, de seguir la actual tendencia, para el año 2050 los clérigos tradicionales superarán en número al clero que celebra la Misa reformada

Las autoridades eclesiales, tristemente, parecen negarse a constatar la sed de lo sagrado y de la Tradición que anima a tantos jóvenes, desestimando el fenómeno apresuradamente como una "moda" o, peor aún, sugiriendo sibilinamente que se debe a algún trastorno psicológico o moral oculto. Los jóvenes tradicionales, sin embargo, no se dejan desanimar; conocen bien el tesoro inestimable de belleza y catolicidad que han hallado en la Misa de Siempre.

En esta línea de reflexiones, queremos presentar a continuación a nuestros lectores un artículo publicado originalmente en la edición de The Catholic Herald del 31 de agosto de 2017. La traducción desde el inglés proviene del sitio Dominus Est y se publica aquí con algunas correcciones y ligeras variaciones de estilo.

 S.E.R. Mons. Edward Slattery, arzobispo de Tulsa (Oklahoma, EE.UU.) celebra una Misa pontifical (Usus antiquior) en la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción (Washington D.C.)
(Foto: Catholic Herald/CNS/Matthew Barrick)

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Los jóvenes están por el rito antiguo. 

¿Es esta la Misa que los jóvenes quieren?

Matthew Schmitz

La semana pasada en un discurso a los liturgistas italianos, el papa Francisco pareció grabar en piedra los cambios litúrgicos que llegaron en la época del Concilio Vaticano II. “Después de este magisterio, después de esta larga jornada”, dijo, “podemos afirmar con certeza y autoridad magisterial que la reforma litúrgica es irreversible”. Comentaristas liberales celebraron sus comentarios como un soplo de aliento al “resurgimiento de un cierto neoclericalismo con su formalismo”, y se regocijaron de que el “movimiento restauracionista en la liturgia esté siendo revertido”.

Los liberales tienen razón en alegrarse: Francisco ha mostrado que es afín a su deseo de una liturgia que se sienta más como una comida comunitaria que un antiguo sacrificio. Pero, ¿la declaración de Francisco significa que después de milenios de desarrollo la evolución litúrgica ha llegado a un estado final y ahora debemos detenernos? En una palabra, no. Uno podría declarar magisterialmente también que la leche derramada puede devolverse al envase, o definir dogmáticamente que Humpty Dumpty [1] no puede ser reensamblado, al igual que proclamar que la reforma litúrgica es irreversible. Es como declarar de manera soberbia que uno no puede deshacer un error grave. La observación es incontestable, incluso si la vergüenza sería preferible a jactarse. La cuestión no es si podemos deshacer equivocaciones pasadas, sino más bien cómo arreglar el desorden.

Las observaciones de Francisco son sin embargo otra señal de ansiedad sobre la dirección tradicional en la que los católicos jóvenes están llevando la Iglesia. Hemos visto esto antes, en las historias que él cuenta sobre jóvenes sacerdotes que gritan a extraños y juegan a disfrazarse, a diferencia de los sabios, viejos, compasivos (y liberales) monseñores. Francisco ha interpretado variaciones de la canción Imagine de John Lennon: “Somos abuelos llamados a soñar y a dar nuestro sueño a la juventud de hoy: ellos lo necesitan”. Tal vez sea así, pero la juventud no parece quererlo.

Tal como te dirá cualquier joven progresista o viejo tradicionalista, la edad no dicta si uno prefiere el dogma o la libertad, el ritual o la informalidad. No obstante, a lo largo de gran parte del mundo católico, los jóvenes tradicionales están compitiendo contra los viejos progresistas. Las ironías abundan, mientras los jóvenes, quienes reverencian lo venerable, se enfrentan a los mayores que buscan la puesta al día, y a los progresistas que temen la futura batalla con los tradicionalistas que detestan a sus antecesores inmediatos. Cualquiera que dude de la realidad del conflicto debería visitar un monasterio o convento, donde los religiosos jóvenes serán casi invariablemente más tradicionales que sus mayores. En Francia, en un lapso de veinte años una mayoría de sacerdotes celebrarán exclusivamente la Misa tradicional. A donde quiera que uno voltee, los muchachos están por el rito antiguo.

 Excursión del seminario de la FSSP de Wigratzbad a la Cartuja de Buxheim

Pocos han hablado de manera elocuente sobre los cambios que está padeciendo la Iglesia como el Padre René Dinklo, provincial de los dominicos holandeses y único miembro de su orden proveniente de la Generación X [Nota del traductor: aquellos nacidos entre 1960 y 1980]. Uno de los recuerdos más recientes del Padre Dinklo es un confesionario repleto de tambores utilizados por el coro de jóvenes. En la época en que se unió a la orden a principios de la década de 1990, el dominico holandés había descartado sus oraciones tradicionales, y había llegado a creer que la orden se transformaría en una asamblea de laicos. Tenía razón en pensar que él sería el último sacerdote en una provincia que había existido por 500 años.

Entonces la provincia comenzó a tener vocaciones. Los jóvenes dominicos holandeses estaban ansiosos por reconstituir las formas de vida y oración que sus mayores habían desmantelado. “Estamos al borde de cambios de gran alcance”, según observó el Padre Dinklo durante un discurso pronunciado el año pasado. “En esta situación pueden surgir tensiones entre generaciones”. Los miembros jóvenes quieren vestir el hábito y “redescubrir un número de prácticas religiosas, rituales, formas de canto y oración de la Tradición a la que los mayores habían hecho a un lado”. A fin de evitar un conflicto generacional, estos jóvenes están siendo establecidos en una nueva casa.

En un discurso en 2010, el Arzobispo Augustine Di Noia, también dominico, describió las experiencias de estos jóvenes tradicionales. “Siento que estos jóvenes de veinte y treinta y tantos han sido radicalizados por su experiencia […] de una manera en que nosotros no lo fuimos”. Después de “Dios sabe qué tipos de experiencias personales y sociales”, han llegado a conocer un “caos moral, personal y socialmente, y no quieren ser parte de éste”. Un sentido de estrecho escape guía sus vocaciones. “Es como si hubieran ido al borde del abismo y regresado”.

La generación de Di Noia buscó unir la Iglesia y el mundo, pero los jóvenes sacerdotes creen que ambos finalmente se oponen. “Puede ser difícil para nosotros comprender, pero esta gente joven no comparte el optimismo cultural que muchos de nosotros aprendimos a dar por hecho en el periodo posconciliar”. Lamentan la “propia secularización interna de la Iglesia”, particularmente “el desencanto de la liturgia”. Esto explica su entusiasmo por el Misal de 1962. Di Noia está preocupado por los sacerdotes de su generación. A pesar de expresarse abiertos al futuro, “no tengo certeza de que […] estemos preparados del todo para el tipo de rechazo radical a la cultura envolvente por un lado, y, por el otro, el compromiso radical con la alternativa forma de vida católico-dominica que reconocemos en los jóvenes”.

 Primicia tradicional (4-VI-2017) del Revdo. Tymoteusz Szydło, hijo de la Primera Ministra polaca, Sra. Beata Szydło
(Foto: Catholicvs)

Muchos católicos jóvenes sienten que les ha sido negada una herencia que era suya en justicia. Han tenido que reensamblar algo que se les debió haber entregado intacto. Un académico inglés me contó recientemente de su intento por obtener una copia del Dictionnaire de théologie catholique, un libro de referencia que pasó de ser la autoridad impecable a Liber prohibitus en la época del Concilio. El académico contactó a un belga que ayudaba casas religiosas en declive a deshacerse de sus bibliotecas. Este belga encontró una comunidad franciscana que estaba dispuesta a vender la suya, pero las cosas tomaron un camino diferente en el último momento. Los frailes decidieron quemar los libros, “para evitar que cayeran en manos de los tradicionalistas”.

¿Quiénes son estos aterradores jóvenes tradicionalistas? Entre en alguna capilla silenciosa de Nueva York y encontrará la repuesta. Ahí, cada sábado muy temprano por la mañana, jóvenes devotos se reúnen en secreto. Están divididos por sexo: mujeres a la izquierda, hombres a la derecha. Vistiendo mezclilla y sandalias Birkenstock, con la ocasional perforación nasal, podría tratarse de un grupo de holgazanes en cualquier acera del centro de la ciudad. Pero han llegado aquí con un propósito. Cuando suena la campana, se levantan al mismo tiempo. Un sacerdote encapuchado se acerca al altar y comienza a decir la Misa en latín. Durante la comunión, se arrodillan sobre el suelo desnudo donde debería estar el comulgatorio que alguna vez fue eliminado.

En una ciudad donde se hace burla de la discreción y los vicios desfilan, el ambiente de reverencia es sobrecogedor. Estas Misas comenzaron hace un año, cuando un joven sacerdote finalmente dio entrada  a las demandas de los jóvenes devotos. Ellos querían la Misa tradicional; él temía ofender a los colegas mayores que la aborrecen. Este conventículo secreto fue el compromiso. Anunciado de boca en boca entre los estudiantes y jóvenes profesionales, ha ido creciendo lentamente.

Después del último Evangelio [secundum Ioannem], los devotos rompen su ayuno con café. Le pregunto a una cómo comenzó a venir aquí.  “He asistido a Misa por 24 años”, dice. “Aún asisto a las dos formas, pero cuando encontré la Misa tradicional en latín sentí mayor reverencia. Fue como salirse de este mundo”. Sus modos son encantadores, su vestido es contemporáneo y discreto. Cuando la conversación termina en una discusión de por qué Pío IX tenía razón en el caso Mortara [2], hago la reflexión de que ella es el tipo de persona que los católicos preocupados de la imagen quisieran que sostuviera el futuro de la Iglesia, si sólo ella no estuviera tan atraída por su pasado.

 Monaguillos durante una Misa en el apostolado de la FSSP en Lyon (Francia)

Notas del traductor:

[1] Humpty Dumpty es un personaje en una rima infantil inglesa. De origen desconocido, su aparición más antigua es en Juvenile Amusements (1797) del compositor inglés Samuel Arnold (1740-1802). Es representado como un huevo antropomórfico o personificado. En algunas versiones se traduce al español como Zanco Panco.

El texto moderno más común en inglés es el siguiente:

Humpty Dumpty sat on a wall,

Humpty Dumpty had a great fall.

All the king’s horses and all the king’s men

Couldn’t put Humpty together again.

El cual traducido al español dice: 

Humpty Dumpty se sentó en un muro,

Humpty Dumpty tuvo una gran caída.

Ni todos los caballos ni todos los hombres del Rey

pudieron a Humpty recomponer.

[2] En 1858, en Boloña, Edgardo Mortara (1851-1940) contaba seis años de edad cuando, en la noche del 23 de junio, un pelotón de soldados de la Guardia Pontificia irrumpió en el domicilio de sus padres, un matrimonio judío. Le buscaban a él, al pequeño Edgardo, para llevarlo a Roma, asumir su educación católica y afianzar así su tránsito a la Fe verdadera. El desconcierto de los Mortara fue mayúsculo, pero las primeras pesquisas revelaron lo ocurrido: el Santo Oficio había tenido noticia del rumor según el cual Edgardo había sido bautizado sin conocimiento de sus progenitores por una sirvienta católica, que quería salvarlo de los tormentos del infierno en caso de fallecer a causa de una dolencia. Ese bautismo in extremis, sucedido cinco años atrás con el agua de un jarrón, facultaba a la Santa Sede para “apartar” al pequeño de su entorno.


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Actualización [11 de septiembre de 2017]: El sitio Que no te la cuenten ha publicado un breve artículo sobre el atractivo que el rezo del Oficio Divino produce entre los jóvenes, incluso entre aquellos reacios a asistir a la Santa Misa. Esto no extraña si se piensa que la construcción cultural de Europa se debe en buena medida a San Benito y la difusión de su Regla. 

Actualización [3 de julio de 2018]: Religión en libertad ha publicado una interesante entrevista a Dom Miguel Torres, un benedictino español de 25 años, quien hace pocas semanas hizo su profesión perpetua en el Monasterio de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. El título del reportaje es muy sugerente, porque constata una cruda realidad: es imposible que surjan vocaciones religiosas entre cristianos que han perdido el deseo de vida eterna. Cuando ese deseo de verdad existe, un fiel puede responder a la llamada de una vida de entrega más radical.

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