domingo, 15 de abril de 2018

El simbolismo de las catedrales

Les ofrecemos a continuación algunos fragmentos que explican el simbolismo que hay detrás de las catedrales. La fe cristiana se basa en un hecho concreto: Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros, pues vino a padecer por la redención del género humano. Eso significa que el catolicismo no desprecia la materia, sino que la asume y busca divinizarla, haciendo que todas las cosas vuelvan a Dios. Una buena muestra de ello son las catedrales, construidas para dar un testimonio material de esa fe y cumplir con su arquitectura una función catequética. 

El Espíritu Santo congrega a la Iglesia para ofrecer a Dios el sacrificio preanunciado por Malaquías (1, 11): "un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso".

La mayoría de las catedrales medievales están "orientadas", es decir, edificadas mirando al este. La parte frontal de una catedral es el ábside, el lugar donde se sitúa el altar. Lo que significa que la fachada, que se orienta al oeste, hacia donde se pone el sol, es verdaderamente la parte de atrás. Eso justifica lo imponente y agresivo de las fachadas de las grandes catedrales, pues son como muros o escudos enfrentados a los poderes de las tinieblas, a todo aquello que la Iglesia se opone. 

La fachada de la Catedral de Amiens (Francia) iluminada con proyectores láser 

Y dijo Jesús a Pedro: "Larga a lo profundo, y soltad vuestras redes para la pesca" (Lc 5, 4).

Otra imagen bíblica de la Iglesia es el Arca de Noé, el lugar seguro cuando el tofu-va-bohu [el caos primordial del cual Dios sacó la creación] de las aguas del diluvio arrasaron la vida en la tierra. Se interpretaba el arca, tanto por parte de los rabinos como de los padres de la Iglesia, como un microcosmos del recto orden de Dios, en un tiempo de caos en el que se preservó la vida tras unos muros cuidadosamente construidos en un período de muerte.

La Catedral de Notre Dame de París, situada en medio de la Île de la Cité
(Foto: Geo.fr)

Y por esto precisamente los arquitectos medievales trataron de construir las catedrales medievales semejantes a grandes embarcaciones. La nave (del latín navis, nave o barco) queda rodeada de altos muros, a la vez apoyados por arbotantes que claramente recuerdan a los remos saliendo de los costados de un barco. La semejanza naval es especialmente evidente en Notre Dame, la catedral de París, situada en la isla de la Cité, en medio del río Sena. La idea, es que que la Iglesia es el arca de Noé, navegando por las tormentosas aguas del pecado; es el arca de la salvación a la que han sido llamados los pecadores. 

"Y Yo te dijo que: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra construiré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18).

La basílica de San Juan de Letrán en Roma es la Iglesia catedral del Papa, es decir, el lugar que contiene la silla desde la cual el obispo de Roma enseña de forma definitiva. Situados a lo largo de la nave de la basílica se encuentran imponentes estatuas de los doce apóstoles de Jesús, a modo de elementos estructurales, como las costillas del mismo edificio. Y vemos este mismo motivo repetido en la arquitectura eclesial a lo largo y ancho del mundo, normalmente en forma de doce columnas que aguantan la cubierta. Se no recuerda así a esos doce aprendices del Maestro que nos han transmitido la fe. 

Interior de la Basílica de San Juan de Letrán, Roma
(Foto: Viajejet)

Nota de la Redacción: Salvo la introducción y los títulos de cada apartado, el resto del texto está tomado de Barron, R., Catolicismo. Un viaje al corazón de la fe, trad. de Marciano Escutia, Madrid, Rialp, 2017, pp. 165-166 y 184.

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