domingo, 2 de agosto de 2015

Hacia un enriquecimiento de la forma ordinaria

Les ofrecemos a continuación un artículo de Peter Kwasniewski, profesor de teología y filosofía del Wyoming Catholic College  (para otros artículos traducidos del autor véase aquí y aquí), aparecido en el sitio New Liturgical Movement. En su artículo, el Profesor Kwasniewski realiza una interesante propuesta práctica para llevar a la realidad el deseo manifestado por el papa emérito Benedicto XVI de un enriquecimiento mutuo de las dos formas del rito romano (véase: Carta a los obispos que acompaña el motu proprio Summorum Pontificum, 2007) y, en concreto, de cómo imbuir en el Novus Ordo una mayor sacralidad (íbid.), asegurándose así una continuidad con el Usus antiquior, la que, atendido el modo en que se celebra en muchos lugares la liturgia reformada, desgraciadamente hoy no es evidente.   

Las propuestas del Profesor Kwasniewski constituyen sin duda un valioso aporte para comenzar a hacer realidad la reforma de la reforma en materia litúrgica anunciada durante el pontificado de Benedicto XVI y, en cierta forma, reafirmada por el cardenal Sarah (véase la traducción que publicamos aquí). 

La traducción es de la Redacción, así como los destacados. El original (en inglés) puede leerse aquí. Agradecemos cordialmente al Profesor Kwasniewski por su gentil autorización para traducir y publicar su artículo en esta bitácora.


Infundiendo la espiritualidad de la forma extraordinaria en la ordinaria

Peter Kwasniewski 

Es un hecho ampliamente reconocido que la Misa del Rito Romano moderno adolece, en muchos aspectos, de una aguda discontinuidad con la tradición litúrgica precedente y que las muchas simplificaciones, innovaciones y opciones la han privado, en alarmante medida, de la atmósfera intensamente devota tan característica del rito romano tradicional.


El papa Benedicto XVI, reconociendo más claramente que muchos este hecho, expresó su deseo de un “mutuo enriquecimiento”, que redundaría en que la gente pudiera encontrar en la Misa nueva la “sacralidad” que tanto ama en la Misa antigua (1). Sin embargo, como se sabe, este redescubrimiento y recuperación de la sacralidad en el Novus Ordo no se habrá de producir automáticamente, sino que requerirá dar pasos precisos, dentro de los límites de las actuales leyes litúrgicas. Nos alegramos, con razón, de los beneficios para la Iglesia de la mutua coexistencia de ambas formas, pero “buscar reconciliación” requiere también encontrar una expresión interior, porque, de otro modo, la distancia entre la celebración de ellas (es decir, teniendo en mente la celebración parroquial corriente de la forma antigua y la celebración de la forma nueva apegada a las rúbricas), seguirá siendo demasiado grande (2).

Hay, por lo tanto, algunos pasos voluntarios que los celebrantes pueden dar para maximizar la continuidad entre la forma clásica de la Misa Romana y su derivado moderno, de modo que este último sea más espiritualmente fructífero, tanto para el sacerdote como para el pueblo. El proceso de enriquecimiento puede ser guiado por los tres principios siguientes.


I. El principio de la continuidad

El principio de la continuidad nos dice lo siguiente: cada vez que las rúbricas permitan optar, se debiera hacer siempre lo que está más en continuidad con la tradición precedente (3). En la misma línea, y ya que “la grandeza de la liturgia depende de la ausencia de espontaneidad” (Ratzinger), se debiera, como principio, evitar la variedad en medio de la plétora de opciones (4). Como C.S. Lewis ha dicho con tanta razón, tal variedad arruina el placer propio de una acción ritual. He aquí algunos ejemplos de cómo aplicar este principio de la continuidad:

1) Léase o cántese las antífonas de Entrada o de Comunión (a menos que ya estén siendo leídas o cantadas por la schola o por el pueblo).

2) Úsese el saludo “El Señor está con vosotros” y, en general, bájese la vista cuando se saluda al pueblo, en vez de procurar establecer contacto visual, el cual produce el efecto de llamar la atención de un modo tal que puede hacer descender la liturgia a un plano puramente horizontal (o quizá “centrado en el hombre”).

3) Úsese el rito penitencial A, es decir, el Confiteor y Kyrie.

4) Omítase la Oración Universal o de los Fieles en días de semana y, cuando se las use, tómeselas o créeselas inspirándose en los modelos más tradicionales .

5) Hágase en silencio la preparación de las Ofrendas, en vez de hacerlo en voz alta.

6) Dígase “Orad, hermanos”, en vez de “Orad, hermanos y hermanas” (5).

7) Úsese el Canon Romano, mencionando todos los santos y usando las conclusiones “Por Cristo nuestro Señor”.

8) Inclinarse ostensiblemente sobre la hostia y el cáliz, y recitar las palabras de la consagración de modo lento y pausado, dándoles su debido peso metafísico.

 Parroquia El Sagrario de Lima, Misa Novus Ordo (foto: página oficial de FB)

9) Manténganse unidos el pulgar y el dedo índice desde la consagración hasta las abluciones.

10) Omítase el saludo de la paz, el cual, como lo dicen claramente las rúbricas, es opcional.

11) Háganse cuidadosamente las abluciones, primero con vino y después con agua y vino, con los dedos puestos sobre el cáliz.

12) Úsese la despedida “La Misa ha terminado, vayan en paz” (o, mejor, “Ite, missa est”). 

13) Inclínese la cabeza, tal como indican las rúbricas -rara vez respetadas-, a la mención de las Tres Personas Divinas, del nombre de Jesús, del nombre de la Santísima Virgen María y del santo en cuyo honor se celebra la Misa.

Incluidas en esta categoría están también todas aquellas prácticas explícitamente permitidas pero muy raramente seguidas: celebración del sacrificio ad Orientem (que está supuesta en las rúbricas mismas del Misal de la Forma Ordinaria); el canto de los textos litúrgicos tradicionalmente cantados por el sacerdote; el bienvenido silencio, especialmente después de la Comunión; el uso generoso de incienso; el uso de ornamentos y vasos sagrados hermosos ; la distribución de la Comunión a los fieles arrodillados. La mayor parte de estos ejemplos dependen exclusivamente del celebrante, y pueden ponerse en obra de inmediato.

 S.S. el Papa Francisco celebra la Misa ad Orientem  (Novus Ordo)
   
II. El principio del incremento.

En segundo lugar tenemos lo que se podría llamar “el principio del incremento”, es decir, la búsqueda de vías adecuadas por las cuales ciertos elementos del antiguo rito puedan encontrar (de modo discreto, por supuesto) lugar en el rito nuevo a fin de aumentar la piedad y devoción del celebrante –las cuales, como nos recuerda Santo Tomás, afectan la eficacia de una determinada Misa en lo que se refiere a la consecución de las gracias por las que en ella se pide-. He aquí algunos ejemplos de cómo aplicar este principio:

1) Úsese el manípulo y el birrete, y la capa pluvial para las procesiones y el Asperges/Vidi aquam.

2) Al caminar hacia el altar –o en la sacristía antes de la Misa, si la distancia al altar es muy corta- recítese el Salmo 42 en silencio o en voz baja.

3) Al subir las gradas del altar y al besarlo, recítese en silencio el “Aufer a nobis” y el “Oramus te, Domine”.

4) Si el tamaño del santuario o la extensión de Aleluya lo permiten, añádase, a la fórmula más extensa del “Munda cor meum” del Usus antiquior, luego de decir el Limpia mi corazón, de una línea.

5) Junto con la recitación de las oraciones para la presentación de las Ofrendas, añádase alguna parte de las oraciones del antiguo ofertorio, o todas ellas, como devoción privada – práctica que, en principio, no resulta diferente a la de exclamar en silencio “Señor mío y Dios mío” a la elevación de la Hostia- (6).

6) Recítese el Canon Romano en un tono de voz más bajo, para invitar a los fieles a un momento de intensa oración meditativa; y, como se ha dicho anteriormente, pronúnciense las palabras de la consagración con especial gravedad (7). Es un hecho curioso, que he advertido frecuentemente, cuán profundo es el silencio y concentración de los asistentes cuando el sacerdote habla en tono bajo.

7) Recítense, antes de la comunión, ambas oraciones de preparación –una, según está estipulado, y la otra, como devoción privada-.

8) Al purificar los vasos, además de rezar lo que está estipulado (“Quod ore sumpsimus”), añádase el “Corpus tuum” del misal antiguo, como devoción privada.

9) Después de la bendición final, recítese el “Placeat tibi” al volverse al altar, besarlo y alejarse de él.

10) Recítese el prólogo del Evangelio de San Juan al regresar a la sacristía, o en ella, antes de bendecir a los acólitos.



11) Como alternativa, recítese el “Placeat tibi” y el prólogo del Evangelio de San Juan en voz alta, como devoción colectiva. Después de todo, todo el mundo se siente autorizado a añadir las oraciones de su preferencia, ya sea durante la Misa o a su término, y hay suficientes razones para añadir éstas, consagradas por tantos siglos de uso.

De este modo, cuando el sacerdote no puede, en una determinada situación, celebrar el “usus antiquior”, puede sin embargo tomar contacto con elementos de profunda piedad sacerdotal y eucarística: puede respirar su atmósfera devota y comenzar así –al menos en su corazón- a superar la ruptura experiencial entre las dos formas.

Se podría objetar, frente a este segundo principio y práctica, que las sugerencias hechas aquí contradicen las rúbricas de la Instrucción General del Misal Romano. Sin embargo, no es tal el caso, porque las prácticas que hemos mencionado son elementos o bien de devoción interior privada, o bien añadidos exteriores permitidos por las rúbricas mismas. Es cierto que hay algunos pasajes en la publicación Notitiae [medio de difusión preparado por la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos], especialmente en la década de 1970, que se oponen a estas sugerencias, pero Notitiae desempeña un papel asesor o de comentarios, y es difícil atribuirle autoridad magisterial. Sólo para reiterar un ejemplo, digamos que no existe prohibición alguna de usar el manípulo o el birrete, a pesar de ser ambos raros en la forma ordinaria en estos tiempos (8).

En Austria conocí a un sacerdote (uno de los mejores predicadores que jamás he oído) que celebrara ambas formas del misal romano y que, cuando usaba el Misal de Pablo VI, practicaba todo lo que he mencionado en este artículo: lo hacía con discreción y eficiencia, de modo que no había ni confusión ni retardo. Y me dijo que le parecía mucho más fácil oficiar el Novus Ordo reverentemente cuando estaba enriquecido, según hemos dicho, con elementos del rito romano tradicional. En su opinión, eran particularmente valiosas las oraciones del Ofertorio tradicional (9).

Parroquia El Sagrario de Lima, Misa Novus Ordo (foto: página oficial de FB)
  
III. El principio mnemónico

Finalmente, el principio mnemónico consiste en recordar al pueblo, con gentileza y oportunidad, aquellas cosas relacionadas con el Usus Antiquior que, lamentablemente, no se encuentran en el ámbito de la forma ordinaria, pero que ciertamente no son incompatibles con ella.

El ejemplo más notable sería el de los santos que ya no se celebran en el nuevo calendario. Así, el 14 de febrero, el sacerdote podría predicar un poco sobre San Valentín y también sobre los Santos Cirilo y Metodio, o el 10 de marzo, sobre los 40 Mártires; el 17 de septiembre, el sacerdote podría recordar que es la fiesta tradicional de la impresión de los estigmas en San Francisco, y proceder a continuación a relacionar esto con las lecturas (o, partiendo por las lecturas, poner a San Francisco como ejemplo). También podría predicar sobre la Epifanía y la Ascensión en los días propios, aparte de hacerlo en los días a que han sido trasladadas. Podría asimismo citar alguna colecta, secreta o poscomunión tradicional como parte de sus reflexiones en el día de la fiesta, o en el tiempo litúrgico. Puede también reintroducir bendiciones especiales en ciertas fiestas, usando las oraciones del Rituale Romanum. Por medio de estas referencias y devociones, se pone suavemente a los fieles en contacto con su propia tradición, que se hace así parte de su mentalidad católica, tal como debería ser. La referencia frecuente al Usus Antiquior sirve, pues, como una catequesis para la recuperación de la Tradición.

Giotto, San Franciso recibe los estigmas

Dado que el Usus Antiquior preserva de un modo particularmente intenso la teología y la piedad de muchos siglos de Fe, una imitación o adopción juiciosa de sus elementos de santidad y “buenas formas” puede significar un auténtico cambio en la devoción del celebrante y unos resultados mucho más fructíferos de la Misa (10).

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(1) Ver, de Benedicto XVI, la “Carta a los Obispos con ocasión de la publicación de la Carta Apostólica Summorum Pontificum”, especialmente el párrafo que comienza “Es verdad que ha habido exageraciones [....]”.

(2) Hay muy pocos lugares (por ejemplo, el Brompton Oratory) donde la percepción de la distancia no es, en absoluto, muy grande, y más de alguien ha salido de la Misa dominical cantada (forma ordinaria) en Brompton confundido acerca de qué “forma” era la que se había empleado. Lamentablemente, también hay lugares donde la forma extraordinaria se celebra de un modo descuidado, incompetente o derechamente extraño, como cuando algún Obispo dice una Missa cantata sin estar asistido por un presbítero, un diácono y un subdiácono, práctica que es, de hecho, ilícita.

(3) Esto podría llamarse también “el principio del P. Fessio”, ya que es él quien, incansablemente, lo ha propuesto. Léase su artículo, escrito en dos partes, aquí y aquí y véase el popular librito de Ignatius Press “The Mass of Vatican II”.

(4) Véase mi artículo “Indeterminacy and Optionitis”.

(5) Adviértase que “Orad, hermanas y hermanos” no es ni siquiera optativo en el Misal, a pesar de su casi universal adopción.

(6) Dado que quienes hicieron las reformas declararon explícitamente su intención de abolir el ofertorio, en sentido estricto, y de reemplazarlo por una preparación de las ofrendas que se podría calificar en cierta forma de "operaísta" (workerist), que no tiene casi nada en común con el ofertorio tal como ha sido entendido tradicionalmente, parece especialmente importante imbuir la exigua “preparación” con la rica intencionalidad sacrificial del ofertorio clásico.

(7) Recuerdo una divertida historia acerca de una Misa celebrada según la forma ordinaria por un sacerdote ad Orientem y con el Canon Romano leído en voz baja. Un joven serio se le acercó después y le dijo: “Me encantó verdaderamente la forma cómo dijo la Misa, pero no pude oírlo durante la Plegaria Eucarística”. A lo cual el sacerdote replicó de inmediato: “Pero si yo no estaba hablando contigo”.

(8) En el tema del manípulo en particular, véase aquí y aquí.

(9) Ver la alocución “The Five Wounds of the Liturgical Mystical Body of Christ”, del Obispo Schneider.

(10) Véase mi artículo “Two Different Treasure Chests”, acerca de cómo la forma de la Misa, lejos de ser una cuestión indiferente o de meras preferencias, está en la encrucijada de nuestra maduración espiritual y de nuestro desarrollo en la gracia.


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Actualización [25 de noviembre de 2015]: El sitio New Liturgical Movement ha dado a conocer recientemente la iniciativa de un grupo de estudiantes de la Universidad de Friburgo (Suiza), quienes, con el apoyo del nuevo capellán, organizan desde septiembre pasado cada miércoles  una Misa Novus Ordo celebrada en latín, ad Orientem y con canto gregoriano, en la cual los fieles reciben la Santa Comunión al modo tradicional (de rodillas y en la boca). El artículo, con fotografías de la Misa celebrada con ocasión de la fiesta de San Martín, puede leerse aquí. Esta iniciativa es otra muestra más de que, en la línea del anhelo de S.S. Benedicto XVI de una Reforma de  la Reforma”, la Misa del Novus Ordo puede enriquecerse con elementos de la Forma Extraordinaria, para así rendir un culto más perfecto y digno a Dios y por el bien de las almas. 

Actualización [9 de diciembre de 2015]: El sitio Secretum meum mihi da noticia de que S.E.R. James Conley, arzobispo de Lincoln, Nebraska, ha hecho público que celebrará nuevamente la Santa Misa ad orientem durante el Adviento, siguiendo el ejemplo del papa Benedicto XVI, como un modo de manifestar la conversión del corazón que exige este tiempo penitencial.  

Actualización [9 de enero de 2016]: S.E.R. Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Monterrey (México), ha dispuesto que a partir del 1° de enero de 2017 se lea el Prólogo del Evangelio de San Juan al acabar cada Misa celebrada en su diócesis. De más está decir que esta instrucción se refiere a las Misas celebradas conforme a la forma ordinaria, puesto que en las Misas tradicionales la recitación del último Evangelio, salvo contadas excepciones, se hace al finalizar cada Misa después de la bendición que imparte el sacerdote. Véase aquí la noticia que publica en inglés el sitio Rorate Caeli, y aquí la información oficial en español. 

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